El primer paso,
saber identificar las propias emociones
Una idea que no debemos perder nunca de
vista es que, pese a que en ocasiones no nos lo parezca, los padres son modelos de comportamiento para sus hijos. Es por
esta razón que el primer paso es la conciencia
emocional de los padres, es decir, los padres son los que en primer lugar
han de ser conscientes de las propias emociones, de sus causas y de sus
posibles consecuencias.
Una buena manera de empezar a trabajar
la conciencia emocional puede ser respondiendo a preguntas como ¿Cómo me siento
en este momento? ¿Por qué me siento así? ¿Cómo estoy manifestando lo que estoy
sintiendo? ¿Qué puede hacer para corregirla?
Ahora bien, en ocasiones, la educación
emocional que han recibido los padres no es la más adecuada, por lo que un
primer problema con el que nos encontramos es el de la “cultura emocional” de
los responsables de la educación de los adolescentes. Por ello vamos a
centrarnos en esta reflexión en el tema de los sentimientos y al centrarnos en
los padres los enfocaremos a los sentimientos en el mundo de la pareja.
Un sentimiento es una reacción interna
y espontánea ante una cosa, persona, lugar o una situación vivida o en la que
se está pensando.
Hemos de saber distinguir lo que es un
sentimiento de lo que es un juicio o una opinión. Los sentimientos no tienen moralidad, son espontáneos, no son ni
buenos ni malos. Lo que tiene moralidad
(es bueno o malo) es nuestro comportamiento. (Ejemplo, yo siento antipatía por
alguna persona, mientras no actúe mal contra ella, ese sentimiento es el que
es, y nada más, pero si me dejo llevar por él, mi acto es malo...) Los
sentimientos los vivimos no son nosotros mismos, es decir yo me siento bien, no
soy “bien”, esta es una pequeña “trampa para saber distinguir lo que es un
sentimiento de los que no lo es. Uno no
ouede sentirse inteligente, uno es o no es inteligente, la inteligencia no es
un sentimiento, frases como “me siento inteligente” no tienen sentido más que
dentro de un contexto muy concreto.
Los sentimientos son muy variados. Pero
en general podríamos dividirlos en cuatro
grandes familias:
·
sentimientos de
alegría,
·
de tristeza,
·
de enfado y
·
de miedo.
Dentro de cada familia hay muchos
sentimientos diferentes: no es lo mismo la alegría de tener un hijo que la
alegría de encontrarse un euro.
A veces los sentimientos se presentan
mezclados y otras veces son contradictorios. Tener un hijo, como decía, da alegría,
pero también temor.
Para
poder conocer nuestros sentimientos podemos seguir cinco fases:
1. he de saber cuáles son mis sentimientos, ¿cómo me
siento?
2. he de saber qué es lo que me ronda por la cabeza
¿qué pienso?
3. he de ser consciente de lo que estoy haciendo ¿qué
estoy haciendo?
4.
he de saber qué es
lo que necesito y si lo que estoy haciendo va a “satisfacer” esa necesidad.
5.
he de barajar mis
opciones y decidir cuál voy a tomar, ¿qué opciones tengo y qué voy a hacer
ahora?
Los sentimientos son señales de lo que
pasa en mí en un momento determinado, revelan
mis necesidades, que pueden ser físicas (comer, seguridad...) o más
profundas o de relación (afectivos, como la necesidad de ser amado, de ser
válido, de pertenecer a un lugar o a una persona, de sentirse autónomo...)
Por
ejemplo ¿Qué sientes tú ahora mismo? (Intentemos responder a la pregunta).
Los sentimientos son muy importantes en
todos los ámbitos de la vida del individuo, cuando es niño, cuando es
adolescente, cuando es joven…en la pareja; y ello porque afectan nuestros
comportamientos. No podemos evitar tenerlos, pero podemos tratar de
canalizarlos para no estar dominados por ellos. Además, los sentimientos están
presentes en prácticamente todas las manifestaciones de nuestra vida y afectan
nuestra forma de pensar y sobre todo nuestra forma de actuar.
Esto queda patente en la comunicación, ya que los sentimientos
están de hecho en la base de toda comunicación.
Lo vamos a ver con una pequeña
anécdota:
En una
ocasión, un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Después de
despertar, mandó llamar a un Adivino para que interpretase su sueño.
- ¡Qué
desgracia Mi Señor! - exclamó el Adivino - Cada diente caído representa la
pérdida de un pariente de Vuestra Majestad.
- ¡Qué
insolencia! - Gritó el Sultán enfurecido - ¿Cómo te atreves a decirme semejante
cosa? Fuera de aquí!!! Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien
latigazos.
Más
tarde ordenó que le trajesen a otro Adivino y le contó lo que había soñado.
Éste,
después de escuchar al Sultán con atención, le dijo: "¡Excelso Señor! Gran
felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobreviviréis a todos
vuestros familiares."
Se
ilumino el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó le dieran cien
monedas de oro.
Cuando
éste salía del palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado: -No es posible!
la interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer
Adivino. No entiendo por qué al primero le pagó con cien latigazos y a ti con
cien monedas de oro.
Recuerda
bien amigo mío - respondió el segundo Adivino - que todo depende de la forma en
el decir....y te diré otra cosa: "hola" "gracias" y
"por favor" son palabras mágicas.
Como habéis podido ver a la hora de
dialogar con cualquier persona es muy importante conocer nuestros sentimientos
y los de la otra parte. Y si no, pensad cuando vuestros hijos traen las notas a
casa si influyen o no la forma de comentarlas con ellos según estemos
contentos, enfadados, malhumorados, defraudados, estresados, dolidos…
La
comunicación es la transmisión de mensajes entre las personas y constituye el
fundamento de las relaciones humanas. La comunicación no puede reducirse al
simple hecho de hablar, puesto que dos personas pueden hablarse y no estar
comunicándose entre sí. En la comunicación se
establece una reciprocidad entre los dos comunicantes, un intercambio de
información (pensamientos e ideas) y de sentimientos. Cuando nos comunicamos
utilizamos tanto mecanismos verbales,
palabras, lenguaje oral, como mecanismos
no verbales, gestos, sonrisas, miradas, expresiones faciales, posturas...
En nuestra comunicación es donde debe
quedar patente el grado de confianza de conocimiento que tenemos en y de nuestra pareja y de nosotros mismos.
De esta forma, a través del diálogo lo
que buscamos es un conocimiento mutuo,
serio y profundo, compartir aspectos de la vida de cada uno y asegurar la
revisión de todas las áreas que componen nuestra relación de pareja.
Pero muchas veces nos topamos con
grandes dificultades para dialogar.
·
La resistencia a darse
a conocer a sí mismo y a compartir nuestra vida íntima con nuestra pareja. Por miedo a no ser
aceptados, por sentimientos de culpas...
·
Las propias
diferencias entre nuestras personalidades.
·
La falta de
tiempo. El ritmo de vida que nos establecemos...
Por ello es muy importante que a la
hora de establecer un diálogo tengamos en cuenta que es necesario crear el ambiente adecuado para el mismo.
Por
ejemplo plantearos las siguientes preguntas:
·
¿Cuándo creeis que
es el momento más inoportuno para comenzar un diálogo?
·
¿Y el más
oportuno?
·
Quieres hablar de
algo que es importante para ti con tu pareja, ¿cuándo lo haceis?
A la hora de entablar un diálogo
debemos tener en cuenta lo importante que es:
·
Saber escuchar: hemos de estar
abiertos. Vamos a puntualizar: una escucha activa: tener una voluntad
deliberada de oír y entender, llegar a empatizar, no distraernos, no dar
soluciones, interrumpir, no rechazar el sentimiento del otro. Es un tipo de
escucha que normalmente usaremos fuera del diálogo (revelar el rollo),
·
Tener confianza
mutua y humildad.
·
Ser sinceros.
·
Tener paciencia.
·
Tener
conversaciones de forma regular.
·
Ser oportunos.
·
Ser cordiales.
·
Tratar de ser
naturales y estar dispuestos a dar una nueva oportunidad constantemente.
Por último, para acabar con el tema del
diálogo, vamos a pasaros lo que podría considerarse las reglas de oro de la
confrontación:
·
Recordar que
nosotros (tú y tu pareja; tu hijo y tú...) somos más importantes que cualquier
problema.
·
Al criticar a otra
persona, hablar de lo que hace, no de lo que es. (Las etiquetas no ayudan no
vale lo de “eres un vago…” “eres desorganizado….”, tec.)
·
No mezclar a
terceras personas, el problema es entre nosotros. (Evitar mencionar
a otros, evitar aprovecharse de terceras personas para que tomen partido o
hagan de jueces, evitar buscar a otros para que nos den la razón. No vale poner
como ejemplo a los amigos que no nos caen bien o que consideramos mala
influencia en nuestros hijos, no vale poner ejemplo de los hijos de otras
personas que creemos hacen mejor las cosas que los nuestros….)
·
Terminar la
confrontación a toda costa y no dejarla incompleta.
·
Evitar
exageraciones. Tú siempre, tú nunca...
·
No perder tiempo
buscando quién es el culpable.
·
Evitar insultos y
faltas de respeto.
·
Evitar la crítica
destructiva y los sarcasmos.
·
No sacar a relucir
cosas pasadas: 48 horas son tiempo pasado.
·
Mantener la
confrontación sin salirnos del tema y tratando los temas de uno en uno. (Si lo que nos preocupan son las notas no entremos en si vuelve a casa tarde cuando sale…)
·
Cuidar la
comunicación no verbal (contacto visual, afecto...)
·
Elegir el lugar y
el momento adecuados
·
Tratar de tener
actitud dialogante y no beligerante.
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